¿Qué tan inmersos debemos estar en una crisis para aprender a valorar y diseñar una mejor calidad de vida?

El 11 de marzo se cumplieron dos años desde que inicio la pandemia. En Lo Estratégico, publicaremos en las próximas semanas una serie de reflexiones escritas por estudiantes en su último año de carrera de Diseño Estratégico, en la cátedra de Portafolio 2020 – 2021. En esta asignatura se generó un espacio para que docente y estudiantes reflexionaran y compartieran sus puntos de vista sobre el rol del diseño ante esta situación a nivel global. 

Hoy estos escritos representan una documentación que brindan a las comunidad educativa y al público en general caminos para ejercer una disciplina de diseño más comprometida con la vida.

Para esta primera entrega invitamos a Diana Hernández, Diseñadora Estratégica / promoción 2021. Actualmente se desempeña como diseñadora para las comunicaciones de Laboratorio Clínico Hernández López. Además, trabaja de manera independiente diversos proyectos con emprendimientos locales.

¿Qué tan inmersos debemos estar en una crisis para aprender a valorar y diseñar una mejor calidad de vida?

A partir de la crisis provocada por el COVID 19, en los escenarios productivos, sociales y económicos, se han establecido nuevas formas de iniciar y desarrollar negocios, crear comunidades y replantear el diseño de estilo de vida que hasta ese momento se construía. 

Como diseñadores, la situación actual de pandemia debe motivarnos a evaluar y reflexionar sobre el previo manejo de las diferentes crisis a las que, como sociedad nos hemos enfrentado en forma continua durante los últimos 50 años. Crisis que se han ignorado y que se seguirán ignorando si no vemos sus consecuencias. 

Como diseñadores, nos falta reconocer que con nuestro trabajo podemos constatar, evaluar y mejorar la calidad y el estilo de vida de los diversos grupos dentro de la sociedad, y nos conformamos con ser un sinónimo y recurso de estética comercial, sin poner a prueba nuestra capacidad de análisis de los escenarios y ver más allá de los síntomas de un problema, hasta encontrarle solución.

Al reflexionar sobre los desafíos que afronta el diseño salvadoreño en la situación actual de pandemia, considero que debería de ser el adoptar una postura de resiliencia creativa, que permita al diseñador salvadoreño reinventarse en nuevas capacidades, habilidades y mindsets dentro de un contexto de múltiples crisis, en donde destaquen mejoras y cambios mucho más viables y sostenibles a largo plazo.

Además, y eso es de importancia capital, no actuar como todos esperan de un diseñador. Más allá de un perfeccionismo estético o publicitario, el diseño centrado en el usuario debe ser partícipe del manejo e impacto de la crisis en los diferentes niveles, sectores y entidades de la sociedad.

Dado que el hecho de estar en el contexto de una nueva crisis puede modificar y limitar nuestra forma de actuar como diseñadores, es importante retomar la idea de Ezio Manzini (2015), sobre el modo convencional de diseñar y destaca algunas variables que podemos relacionar con lo vivido hasta el momento dentro de la pandemia actual: 

“Cuando no se dispone del tiempo, cuando surgen nuevos asuntos y se plantean problemas que nunca hemos visto, la urgente demanda de soluciones rápidas abruma al saber hacer tradicional, y ciertamente, a la tradición en su conjunto.” 

 Ezio Manzini – “ Cuando todos diseñan”

Al reconocer las verdaderas necesidades y limitaciones, los diferentes contextos y los niveles de riesgo en el que se desenvuelven las personas, seremos capaces de ejercer un diseño mucho más responsable, capaz de comprender el problema central y sus raíces y no enfocarnos únicamente en los síntomas poco relacionados a ello, y con los que solo ofrezcamos soluciones curitas

En un contexto de pandemia, es de gran relevancia que los diseñadores nos transformemos en individuos proactivos dentro de los escenarios y problemáticas  más próximos a nuestro metro cuadrado, empatizando con actores cuyas posibilidades de mejora en la calidad de vida se agudizan y se limitan cada vez más. A pesar de que el escenario de una pandemia no estaba dentro de ningún plan de contingencia o dentro de los mapas de riesgos de los proyectos que hemos realizado, es importante aceptar lo frágiles que se han vuelto muchas de nuestras propuestas, y retomarlo como un aprendizaje para la realización de futuras ideas.

Martín Tironi (2019), en su texto,  retoma la idea de las vidas desechables que hemos cultivado con el paso de las décadas, las crisis y los estilos de vida que hemos adoptado y reforzado. Así mismo, Tironi recalca que “se hace necesario reflexionar sobre cómo podemos imaginar mundos más sustentables y, por lo mismo, éticos. menos al solucionismo tecnológico imperante.”

La situación actual de crisis sanitaria, nos impulsa a ser más conscientes del entorno que estamos construyendo, de los objetivos propios y externos que perseguimos en nuestro trabajo, del derecho a cubrir las necesidades básicas a las que cualquier persona tiene derecho, en lo frágil que se vuelven los recursos naturales y en la poca visibilización que se le otorga a los problemas ambientales que nos competen a todos. 

La crisis medioambiental no ha desaparecido con la actual pandemia sanitaria, antes bien, sigue aumentado y muchas veces no nos damos cuenta de su impacto o ignoramos sus consecuencias. Durante el último mes se han reportado dos derrames de petróleo, el primero en Isla Mauricio cuyo vertido de 1,000 toneladas de petróleo ha movilizado a gran parte de su población a actuar. Mientras que el segundo ocurrió en las costas de Venezuela en donde más de 20,000 barriles de petróleo se derramaron durante la última semana de julio, pero su noticia se difundió hasta hace menos de una semana (BBC Mundo, 2020). 

Ante estas situaciones críticas ambientales y sociales, el diseñador como un profesional creativo, por medio de sus ideas debe llamar la atención a la sociedad en general sobre su responsabilidad en la construcción de un futuro perdurable  (Tironi, 2019). Más aún, Dant (2019) acentúa la importancia de evitar estar inmersos dentro del universo de la obsolescencia programada, y que a largo plazo nos conduzca a reforzar una sociedad más desechable de la que somos ahora.

De igual forma, las crisis que nos aquejan deben llevarnos a una reflexión y acción mucho más útil a largo plazo. McDonough y Braungart (2010) apuntan su crítica hacia el mensaje ambiental que toman los consumidores a los que nuestro trabajo responde sus caprichos, que puede ser estridente y deprimente: haz lo que puedas, no importa lo inconveniente que sea, para limitar tu consumo. Sin embargo, reorganizar y salvar el planeta luego de crisis continuas nos lleva más allá de limitar nuestro consumo. 

En conclusión: tal cual empezamos como terminamos un proyecto académico o profesional, el desafío es hacer un recuento de las lecciones aprendidas de todo el proceso, especialmente de la inesperada situación de pandemia. Reconocer en qué hemos fallado como diseñadores y cómo podemos mejorar nuestra capacidad de resiliencia, cuestionar las fallas y los aciertos en cada una de nuestras decisiones y acciones, así como de las entidades y reguladores dentro de sistema, para  afrontar las crisis que como sociedad, aún nos faltan por resolver. 

Finalmente, como desafío personal, la pandemia llama a cuestionar y a demandar mejores recursos sanitarios para una población no solo enferma sino limitada; a ser más empáticos con los actores y escenarios más próximos; a difundir el conocimiento para la mejora colectiva; y a actuar en forma responsable desde el diseño. 

Diana HernándezECMH alumni

Escrito en octubre de 2020.

Edición:

Eva Cruz

REFERENCIAS

German Rosa

Docente e investigador. ECMH alumni

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