El diseño como puente de creatividad
En Lo Estratégico, estamos publicando una serie de reflexiones que fueron escritas por estudiantes durante su último año de carrera de Diseño Estratégico, en la cátedra de Portafolio 2020 – 2021. En esta asignatura se generó un espacio para que docente y estudiantes reflexionaran y compartieran sus puntos de vista sobre el papel del diseño ante la situación de pandemia.
Estos escritos representan una documentación que brindan a la comunidad educativa y al público en general caminos para ejercer una disciplina de diseño más comprometida con la vida.
Para esta segunda entrega invitamos a Carla Chávez, egresada de la carrera de Diseño Estratégico. Carla es diseñadora en Trade Marketing en La Constancia S.A. De C.V. Además, es apasionada por las artes plásticas y trabaja con proyectos internacionales relacionados a la ilustración.
El diseño como puente de creatividad
El año 2020 es sinónimo de muchas cosas para todos. Y claramente son, en su mayoría, recuerdos de guerras. Fue un año que marcó nuestras vidas, en el que todo cambió repentinamente y la cotidianidad se reinventó. 2020 fue el año del inicio de la pandemia por el virus del COVID-19. A nivel mundial, todos nos vimos obligados a mantener el confinamiento en casa, como medida preventiva. La duración de la misma varió por país, y los efectos de su anuncio fueron muy similares: crisis, desesperación, confusión y compras compulsivas en supermercados, en especial de artículos como papel higiénico y alcohol gel, hasta el grado de desabastecerlos. Parecía un escenario pre-apocalíptico, y la falta de información sobre lo que estaba sucediendo no jugaba a favor de las personas.
En nuestro querido El Salvador, nos encontramos con otros retos con igual o mayor peso que la pandemia en la que nos vemos involucrados. Muchos de estos, más allá de ser efectos de la misma, ya existían, pero se vieron agravados como consecuencia. Algunos de los problemas que se presentan más a la mano son la crisis económica y política, que son detonantes de otros sub-problemas como crisis del agua, falta de transparencia, el desacato a medidas preventivas o sanitarias, desabastecimiento de canasta básica de alimentos o el aumento del desempleo. En general, para la población uno de los mayores desafíos que experimentó fue la adaptación a la nueva normalidad, compuesta por nuevas y más estrictas medidas sanitarias y la virtualidad en la totalidad de procesos que usualmente realizamos.
En el contexto salvadoreño, la adaptación tecnológica fue en un comienzo muy difícil. Tomando en cuenta factores como la falta de preparación y desconocimiento de herramientas digitales por parte de diferentes profesionales como maestros y personas encargadas a la venta de productos y prestación de servicios. Y es aquí donde entra el diseñador, fomentando una perspectiva que valore la técnica y la tecnología, siendo promotor y educador de las mismas. ¡También enseñando con el ejemplo! Fue totalmente maravilloso que muchísimos diseñadores, por iniciativa propia, se encargaran de diseñar campañas, juegos e ilustraciones que permitieran educar a la población sobre lo que estaba pasando, las medidas más adecuadas a seguir o simplemente la motivación y palabras reconfortantes que muchos necesitaban en estos momentos de crisis. Porque mediante el diseño podemos construir el país que queremos. Debemos ser un puente conductor de creatividad para las personas en tiempos de mayor dificultad.
Por otro parte, no es secreto que, fruto de la disminución de ingresos, la tasa de desempleo aumente. Y esto, por supuesto, afecta a los diseñadores, especialmente quienes se encuentran trabajando para otros. Pero este no es tiempo de llorar, cruzarse de brazos, entrar en desesperación o resignación. ¡Por supuesto que preocupa! Pero como diseñadores, tenemos un campo de acción muy amplio, y muchas veces no nos damos cuenta. Es momento de expandir nuestros horizontes, de darnos cuenta que somos más que algo gráfico y, aplicando nuestros conocimientos y principios como diseñadores estratégicos y comunicadores que somos, crear nuevas oportunidades y fuentes de ingreso. No debemos olvidar que desde el momento en que decidimos convertirnos en diseñadores, independientemente de la especialización, nos estamos comprometiendo con ser agitadores e impulsores de cambio en la sociedad. Si bien es cierto que al vernos obligados a cambiar nuestro modo de trabajo o educación, sustituyendo la presencialidad por lo virtual, por la misma falta de interacción con las demás personas y al vernos “encerrados” en un mismo lugar tendemos a sentirnos agobiados, aburridos o desmotivados. No tenemos tiempo para ello. Como diseñadores, nos comprometemos a estar en constante cambio, siendo capaces de adaptarnos a cualquier circunstancia o entorno en el que estamos, fluyendo como el agua, que se adapta y se convierte en el contenedor donde se encuentre.
Lo sucedido desde hace un año nos exije, reinventarnos, rediseñar nuestros hábitos y crear un conjunto de nuevas habilidades y actividades que nos permitan encontrar nuevamente ese hilo perdido tras el brusco cambio de realidad. Entonces, no podemos pensar en cosas adaptadas a nuestra antigua normalidad, ni únicamente a lo que se vive en el momento. Acorde a Roberto Iñiguez, Decano de la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño del Tecnológico de Monterrey, “el diseñador debe replantearse hacia el futuro. Nosotros creemos en el diseño como un proceso que suma voluntades y conduce a iniciativas orientadas hacia los años por venir” (El diseño que viene, 2020). No debemos diseñar para el presente, de lo contrario, ¿cuál es el propósito de lo que se diseña? ¿Ser desechado al cabo de poco tiempo? Diseñamos cosas que perduren con el tiempo, que permitan adelantarse, facilitar la vida de los demás e impactar de forma positiva el tiempo que se encuentra por venir. Porque se suele decir que el tiempo cambia todo. Pero realmente el hacer es lo que permite generar cambio. Al no hacer nada, las cosas se mantienen tal y como están.
Además, no podemos pretender que somos invencibles y solos podremos resolver todo. Esto no significa minimizar la capacidad personal de cada uno, porque cada diseñador tiene su propia esencia que lo hace único y una capacidad y talento propios que es claro que son capaces de dejar huellas en donde se encuentre. No obstante, el diseñador debe de ser capaz de trabajar con otros. Ernest Hemingway en su obra “Por quién doblan las campanas” decía que nadie es una isla. Y es verdad. Solos podemos hacer mucho. Pero juntos podemos hacer más. Es aquí donde hablamos del co – diseño, que va de la mano con el diseño democrático. Acorde a Ezio Manzini y Victor Margolin en su artículo “Carta abierta a la comunidad del diseño: defendamos la democracia”, aplicar la democracia en el diseño es aplicar mecanismos de participación. Eso significa involucrar a los demás ciudadanos a poder opinar, crear y tomar decisiones en conjunto, como un mismo equipo. No necesariamente deben ser diseñadores. Es aquí donde se presenta la multidisciplinariedad, y gracias a ella tenemos la capacidad de abordar mayor complejidad y juntos minimizar problemas.
Seguramente se preguntan por qué no he dicho resolver problemas. Y es que el diseñador debe quitarse el estigma de superhéroe que puede salvar el mundo. ¡No es así! No somos magos, no tenemos poderes sobrenaturales, pero claramente, con nuestra creatividad, somos capaces de reducir a gran escala cualquier problemática que se nos presente. Porque la estrategia va de la mano con nosotros, y cualquier cambio, por más mínimo que éste sea, genera impactos positivos en la sociedad.
Carla Chávez
Escrito en septiembre de 2021
German Rosa
Docente e investigador. ECMH alumni
Magnifico!
Muy buen análisis!!!