¿Entendemos de lo que hablamos?

Pocos pondrían en duda que la mejor manera de resolver los problemas de cualquier índole entre las personas  es el diálogo. Intercambiar ideas y debatir sanamente es fundamental para alcanzar soluciones creativas, innovadoras y viables. Sin embargo, muchas veces las discusiones sobre temas importantes terminan en peleas estériles, con ideas estancadas como llantas patinando en el lodo. Y de ahí, a la agresión personal. Seguramente todos hemos experimentado una situación similar, ya sea en temas familiares, laborales, deportivos, políticos o religiosos.

Las casusas de estos conflictos pueden ser numerosas y variables según el caso y el tema, pero me atrevo a afirmar que hay una constante: los interlocutores rara vez hablan de lo mismo. En concreto, asignan significados distintos a los conceptos centrales del debate. Así, cuando dos amigos discuten acerca de las bondades de una política de derecha versus una de izquierda, lo más probable es que cada uno de ellos entienda cosas diferentes por derecha e izquierda.

Si aceptamos que el lenguaje es una suerte de ser vivo que evoluciona con el tiempo, es lógico asumir que los conceptos varíen en su significado e interpretación. Esto no es negativo en sí mismo; lo negativo es no asumir la tarea de comprender la evolución y los diferentes significados que se le atribuyen a un concepto.

Los ejemplos sobran. En un post anterior hice referencia a la poca claridad que existe en los términos socialismo y capitalismo. Hace unos días, el escritor Mario Vargas Llosa se refería a la confusión que existe en el concepto liberal, de uso tan común en la esfera política. Algo similar sucede con el vocablo neoliberlismo.  Y qué decir de otros tan cotidianos como justicia, social, democracia o libertad.

Esta ambigüedad o confusión semántica no es un problema reciente; en los años 40 el economista F.A. Hayek ya hablaba de palabras comadreja, inspirándose en la capacidad de este animal para succionar el contenido de un huevo sin que se rompa su cáscara.

En el ámbito profesional también suceden cosas similares. En el mundo de las comunicaciones de marketing, por ejemplo, nos pasa con términos claves como insight, posicionamiento y, paradójicamente, COMUNICACIÓN. ¿Cómo explicarle a alguien una estrategia de comunicación si todos entienden la comunicación de manera diferente?

La tarea del verdadero profesional –es decir, el que sabe lo que hace y lo hace bien—no es luchar porque una sola acepción prevalezca, ni mucho menos convencer a quienes le rodean se aceptar su definición. Su tarea es comprender el origen de los significados, sus vertientes, puntos de encuentro y desencuentro, y saber cómo exponerlos y utilizarlos. De lo contrario, la llanta sigue patinando y las soluciones permanecen enlodadas.

Federico Harrison

Rector de la Escuela de Comunicación Mónica Herrera. ECMH alumni

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