El problema económico y su relación con la riqueza (y la pobreza). Una mirada desde la comunicación
Este texto es un primer intento personal por vincular dos ciencias sociales que generalmente se abordan de manera independiente una de la otra, la economía y la comunicación; esto a pesar de que ambas se centran en el comportamiento de las personas y en su interacción entre ellas y con el entorno.
La argumentación parte de la revisión de los conceptos económicos contenidos en el título, para luego vincularlos con la comunicación. Finalmente, se concluye en la estrecha relación que existe entre ambas y su capacidad para construir círculos virtuosos de desarrollo, que se manifiestan en la creación de riqueza por y para los individuos.
Una aproximación básica a los conceptos económicos
Hablar de la relación entre el problema económico y la riqueza o la pobreza es referirse a dos dimensiones diferentes pero complementarias del ser humano: el pensar y el actuar. Una revisión rápida de libros de texto sobre economía permite comprender esta distinción con facilidad.
Por una parte, tenemos el problema económico, que debe entenderse desde la definición misma de la economía. A continuación dos definiciones sencillas:
“Ciencia social que estudia las elecciones que los individuos, las empresas, los gobiernos y las sociedades completas hacen para encarar la escasez” (Parkin, 2004, pág. 2)
“Ciencia social que estudia el comportamiento y las elecciones del hombre entre bienes alternativos en un contexto de escasez de recursos” (Graue, 2009, pág. 4)
En ambas definiciones – y en muchas otras disponibles – destacan tres conceptos: ciencia, escasez y elección, siendo la ciencia la condición que caracteriza la existencia de la economía y la escasez y elección sus principales objetos de estudio. Para efectos de este análisis me centraré en el de ciencia, es decir, en el de un cuerpo de conocimientos y postulados producto del análisis y aplicación de método científico. Esto permite concluir que la economía es conocimiento; que pertenece a la dimensión del pensar.
Por otra parte, tenemos la riqueza y la pobreza. Nuevamente recurro a definiciones de textos introductorios para llegar un primer nivel de comprensión:
“… riqueza consiste en el valor monetario neto de los activos que se poseen en un momento dado del tiempo” (Samuelson & Nordhaus, 1999, pág. 217).
“La riqueza es el valor de todas las cosas que la gente posee” (Parkin, 2004, pág. 437)
“[Pobreza es] la renta insuficiente para mantener un nivel de consumo de subsistencia” (Samuelson & Nordhaus, 1999, pág. 354).
“La pobreza es una situación en donde el ingreso de una familia es tan bajo que no alcanza para cubrir sus necesidades mínimas de alimento, vivienda y ropa. Es un concepto relativo” (Parkin, 2004, pág. 349).
Como podemos ver, tanto la riqueza como la pobreza son el resultado de actividades y elecciones de los seres humanos, como el trabajo, la productividad, el gasto o el ahorro. Ambos conceptos pertenecen a la dimensión del hacer.
La relación entre el pensar y el hacer
Haber abordado el problema económico y la riqueza / pobreza por separado, clasificándolos en dimensiones diferentes no significa que sean independientes uno del otro. Todo lo contrario. Su interdependencia es innegable y el resultado de ésta es determinante para las personas. La relación entre ambas dimensiones puede propiciar la generación círculos viciosos o virtuosos, cuyo producto se manifestará en el nivel de prosperidad y bienestar del conjunto de individuos que los experimenten.
No cabe duda que lo que se hace es producto de lo que se piensa y viceversa. Por ejemplo, si pensamos que la elección acerca de la utilización eficiente de los recursos es competencia de un grupo de personas determinado (llámese ‘el Estado’), entonces nos comportaremos de la manera en que este grupo quiere que lo hagamos, haciéndolo luego responsable de los resultados de nuestra riqueza o pobreza. A partir de esos niveles de pobreza o riqueza, lo señores en cuestión (el Estado) tomarán nuevas decisiones acerca de la asignación de los recursos. Si, por el contrario, pensamos que las elecciones para enfrentar la escasez nos corresponden a los individuos, actuaremos de acuerdo a nuestro propio raciocinio, asumiendo las consecuencias – riqueza o pobreza – de nuestras decisiones. Siguiendo esta línea, las siguientes elecciones sobre la asignación de los recursos las tomaremos a partir del razonamiento y aprendizajes que extraídos de nuestras decisiones previas.
En el largo plazo, es probable que del primer escenario se configure un círculo vicioso de estancamiento, mientras que del segundo, uno virtuoso. ¿Por qué puede suceder uno u otro escenario? ¿De qué depende que se configure un círculo virtuoso o uno vicioso? ¿Qué hace que pensemos y actuemos de una u otra manera? La respuesta a estas preguntas no es tan compleja: todo depende de los procesos de comunicación en los que participemos.
La riqueza y la pobreza como problemas de comunicación
La relación entre lo que se hace y se piensa es producto de un proceso de comunicación, entendida ésta como un intercambio de información que construye significados y genera relaciones. La materia prima de todo proceso de razonamiento y actuación son los significados que prevalecen en nosotros. La manera en la que comprendemos y atribuimos significado a las decisiones sobre la asignación de los recursos y la manera en que debemos actuar para generar riqueza es clave para la consolidación de un círculo virtuoso o uno vicioso. Esto debido a que las interacciones se producen, inicialmente, desde los significados asumidos, pudiendo luego modificarlos.
Lo anterior permite establecer un estrecho vínculo entre la ciencia económica y la de la comunicación. Vinculación que abarca tanto el pensar como el actuar. Lo ilustraré con dos ejemplos de significados generadores de círculos viciosos que podemos observar en la cotidianidad. El primero de ellos es la concepción de la economía como un ente abstracto y sobrehumano capaz de resolver o acentuar los problemas de los individuos. Esta noción a todas luces anula el valor del individuo y su capacidad para decidir qué y cómo hacer para construir riqueza, dejando su futuro en manos de quienes “manejan la economía”. El segundo es la percepción de la riqueza y la pobreza como condiciones opuestas cuando, como lo vimos en las definiciones arriba expuestas, la pobreza es básicamente un nivel de riqueza insuficiente para cubrir con las necesidades fundamentales de las personas. El problema de verlos como opuestos es que se concibe a uno como consecuencia del otro. “Hay pobres porque hay ricos y viceversa” es la frase que mejor lo explica, constituyendo en sí misma un círculo vicioso.
En apoyo a la idea de que la comunicación es fundamental para la construcción de círculos virtuosos de riqueza, parafraseo palabras pronunciadas por el Dr. Manuel F. Ayau en una conferencia en el año 2004: “los países no salen de la pobreza porque no desarrollan una economía de libre mercado como debe ser… y no lo hacen por ignorancia”. A esto habría que agregar que la ignorancia es producto de los proceso de comunicación de los que se toma parte.
En conclusión
En última instancia, lo que a la mayoría nos interesa es que haya suficiente riqueza para que todas las personas que participan en su generación puedan cubrir – como mínimo – sus necesidades de subsistencia y esparcimiento. Para conseguirlo, debe configurarse un círculo virtuoso entre lo que se piensa acerca de la asignación de recursos y lo que se hace para producir la riqueza.
Este círculo virtuoso toma forma a través de un proceso de comunicación efectivo, por lo que la eficiencia en la interacción entre la ciencia y práctica de la economía y la comunicación es un imperativo que debe ocuparnos a todos.
Bibliografía
Graue, A. (2009). Fundamentos de Economía. México D.F.: Person Educación.
Parkin, M. (2004). Economía. Sexta Edición. México D.F.: Pearson Educación.
Samuelson, P. A., & Nordhaus, W. D. (1999). Economía. Decimosexta edición. Madrid: McGraw-Hill.
Federico Harrison
Rector de la Escuela de Comunicación Mónica Herrera. ECMH alumni